Seguimos en Marruecos y nos vamos a Essaouira. Un precioso pueblo en la costa que conocimos hace años y teníamos muchas ganas de volver. Así que tocaba trasladarnos desde la bulliciosa Marrakech a una zona más relajante.
Cuando el Riad en el que duermes está cerca de una mezquita, ya asumes que lo más seguro es que te despiertes sobre las 5 de la mañana con la llamada al rezo. La noche anterior ya nos pasó, incluso estuvimos buscando al imán dentro de la habitación porque es increíble lo que se llegaba a oír.
Descubrimos que dicha mezquita está al lado y que el altavoz está orientado hacia nuestro Riad. Esta noche fue el top, no solo parecía que le había subido el sonido, si no que se vino arriba y cuando las otras mezquitas que habían empezado después acabaron antes esta siguió lo que nos pareció una eternidad. Puede que fuesen 5 minutos no exagero, pero parecieron 30, aún así volvimos a dormirnos.
Una vez en pie por nuestros propios medios, comenzamos la rutina del último día en Marrakech. Teníamos que recoger sobre todo los juguetes de Éric que en solo dos días estaban por todas partes, desayunar y pagar la estancia.
Para ir al coche nos despistamos un poco, incluso tuvimos que dividirnos para encontrar el parquing pero al final conseguimos llegar y meter todos nuestros trastos. Esta vez habían menguado en volumen después de dejar la ropa y demás en Fiers et Forts. Habíamos ganado bastante sitio en el maletero.
Vamos a Essaouira
Salir de Marrakech no fue nada complicado, una vez en la calle que conduce a la carretera de salida es prácticamente ir en línea recta. Laia iba a los mandos de nuestro espectacular coche, al cabo de un buen rato paramos a tomar algo en un «bar» de carretera y cuando abandonamos el lugar el anciano que lo regentaba cerró el local y nos dijo que se iba a rezar.
Nos multan por correr
Cambiamos de conductor y se puso a los mandos Jaume, se despistó con la velocidad y entramos en un pueblo a más de 50km/h. Al salir una patrulla de la gendarmería nos dio el alto, pensábamos que era un control rutinario, pero no, era porque nos habían pillado por encima de la velocidad.
Al principio Jaume se mosqueó con el gendarme, quien se comportaba de forma correcta. Nosotros le pedíamos a Jaume que se tranquilizase porque podría empeorar las cosas, él no reconocía que se había pasado. Al final ante la cabezonería de Jaume, el buen hombre se lo llevó hasta el coche patrulla acompañado de Elena y Laia. En el coche patrulla le mostró la prueba irrefutable del delito, bajó la cabeza y aceptó su culpa. La multa ascendía a 150dh unos 15€, en el fondo discutir por algo así no tenía sentido, con Jaume más relajado le dijimos que sí había entrado más rápido y reconoció el hecho.
Aún así, una vez reanudada la marcha tuvimos que ir recordándole que sobrepasaba el límite, ya que se despistaba fácilmente. Nuestro miedo cuando nos pararon es que no habíamos contratado conductor adicional, pero no nos dijeron nada. Era nuestro día porque al cabo de unos kilómetros nos volvieron a parar, Jaume se volvió a encender y el gendarme muy tranquilo le dijo que era solo un control rutinario y después de comprobar los datos nos dejó ir.
Conseguimos llegar a Essaouira, como ya habíamos estado hacía años fuimos a aparcar a una zona que ya conocíamos. Por 30dh el día dejamos el coche al lado de la muralla y cargados con nuestras mochilas fuimos en busca del Riad Ben Atar. La calle la encontramos sin problema, la ubicación nos costó más gracias otra vez a nuestro GPS offline que fallaba más que una escopeta de feria, pero acabamos encontrándolo. Estaba muy bien y era tranquilo, lo que necesitábamos. Desde la terraza las vistas eran espectaculares. Después de dejar nuestros trastos fuimos a dar una vuelta para comer.
Al poco de salir del Riad en la Avenida de L’Istiqlal había un restaurante que tenía muy buena pinta. Queríamos ver más opciones, pero no encontramos y decidimos volver al primero. Comimos de fábula y sin agobios. Para bajar la comida nos acercamos al puerto donde le dimos caña a las cámaras y disfrutamos con la actividad de los pescadores que estaban en plena actividad.
Como empezaba a atardecer nos acercamos a la muralla, para subir a la zona en donde se encuentran los cañones. Pasamos por delante de numerosas tiendas con objetos muy atractivos, pero cuando llegamos al acceso resulta que no podíamos subir, estaban haciendo obras y habían cortado el acceso 🙁 nuestro gozo en un pozo.
Volvimos por otras calles hasta el Riad para descansar un poco y después volvimos a la zona del puerto, allí aprovechó Éric para subir en unos coches eléctricos que tanto le gustan y de paso cenamos en los restaurantes que cocinan pescado fresco. El que nos había dado la información antes estaba cerrado, de hecho solo quedaban 2 abiertos, nos rebajaron el precio y por 300dh comimos los 5 hasta que no pudimos más, fue genial.