Nos dirigimos a la medina de Marrakech después de conseguir salir del aeropuerto. Este post es la continuación de la llegada a la ciudad desde Barcelona. Te dejamos el link para saber que nos ocurrió previamente.
Nos adentramos en el tráfico de Marrakech y al poco nos dimos cuenta que cada uno va por su lado. Las motos nos pasaban de cualquier manera transportando cualquier cosa, los coches nos adelantaban por la derecha sin apenas espacio, vamos que teníamos que ir con mil ojos. Íbamos avanzando por la avenida Guemassa, el aeropuerto está muy cerca de la ciudad por lo que el trayecto fue muy corto.
Nos habían dado el coche de alquiler casi sin gasolina. Llegamos hasta un punto en el que no podíamos avanzar con el coche. Había una especie de parking improvisado aprovechado hasta el último rincón. Un chico joven nos dijo que podíamos dejar el coche toda la noche a cambio de 30 dirhams, aceptamos y cuando estábamos cogiendo las mochilas también se ofreció, como no, para acompañarnos al Riad estableciendo su tarifa en 60 dh. Le dijimos que ya sabíamos ir y cargados pusimos rumbo al Riad a través de las enrevesadas callejuelas de la medina de Marrakech.
Para no perdernos le fuimos preguntando a la gente que regenta los pequeños comercios. Ya habíamos estado antes en Marruecos y si le preguntas a la gente que aparentemente no está haciendo nada inmediatamente se convierte en tú guía y tienes que sacar más dinero.
Cuando ya estábamos cerca, no conseguíamos dar con el Riad. Se nos pegó un chico joven que se ofreció a llevarnos, llegados a este punto no teníamos más remedio. Nos llevó por unas callejuelas solitarias que despertaron nuestra desconfianza y nos condujo a una solitaria puerta que resultó ser el Riad a unos 150 metros de donde estábamos, pero había que saberlo, así que le dimos 20 dh.
El Riad L’Harmattan era precioso, la persona que nos abrió la puerta nos ofreció té y nos dijo donde estaban nuestras habitaciones. Una vez despojados de nuestro sobrepeso, decidimos salir a dar una vuelta, cambiar dinero y cenar. Nos dieron un «plano» para llegar a la plaza Jemaa el Fna. Por el camino vimos una tienda en la que vendían carros para niños y tuvimos que comprar uno si queríamos seguir conservando nuestra espalda y brazos. No sabíamos si recuperaríamos el nuestro ni cuándo. Nos tuvimos que dejar 50€. Tampoco podíamos coger de los más malos porque Éric pesaba 16 kilos y no duraría ni un día y queríamos que fuese medianamente cómodo, aunque era más pequeño que el suyo.
Con Éric en su cochecillo que al principio era reacio a estrenarlo decidimos seguir nuestra marcha. No nos dimos cuenta y giramos en la calle equivocada, al cabo de 1h de dar vueltas por la medina de Marrakech, preguntar, mirar el plano, ver carteles que indicaban hacia donde estaba la calle, llegamos al punto de partida.
Sin darnos cuenta habíamos dado la vuelta en círculo. Volvimos a empezar después del reset y nos dimos cuenta dónde nos habíamos equivocado y al poco llegamos a la plaza. Dimos una pequeña vuelta y nos paramos a cenar en uno que tenían de todo pero resultó ser un fiasco. La carne estaba seca y no comimos muy bien, cuando estás cansado y lo único que quieres es cenar y dormir pasan estas cosas.
Después de la especie de cena decidimos volver al Riad, esta vez atravesamos la medina de Marrakech por el camino rápido y en algo más de 10 minutos llegamos, menuda vuelta dimos antes, nos fuimos a dormir ya que al día siguiente nos esperaba una ruta larga ya que nos dirigíamos a Ouarzazate.
Que suerte poder viajar a sitios tan bonitos como estos,gracias por este tipo de post porque para quien no puede viajar como yo,al menos conocemos un poquito 🙂
Gracias! Seguro que algún día podrás realizar un viaje a algún sitio que te guste, a veces los sueños se cumplen 😉