Estábamos en Praia en la Isla de Santiago. Por ley de vida todo lo que empieza se acaba y por desgracia este viaje estaba llegando a su fin. Nos disponíamos a quemar los últimos cartuchos. Queríamos cruzar toda la isla de Santiago para visitar Tarrafal. Íbamos a descubrir una de esas huellas en la historia que marcan para siempre.
La noche no fue muy divertida debido a las múltiples picaduras que teníamos de los mosquitos, estábamos acribillados. Después del desayuno dejamos gran parte de nuestro equipaje en el alojamiento de Viviani’s y salimos a la búsqueda de un taxi. A unos 100 metros nos divisó uno que se dirigió hacia nosotros sin haberlo llamado, somos un blanco fácil 🙂
Le pedimos que nos llevase al mercado de Sucupira que es de donde salen los aluguer. Cuando le preguntamos si salían desde allí los que van a Tarrafal nos dijo que era en otro lado, vamos que dio la vuelta al mercado. En Praia nos pasó algo que en todo el viaje no vivimos hasta ese día.
Empieza la locura en Praia
Como si se tratase de una escena de la película Guerra Mundial Z, comenzaron a aparecer hombres desde todos los ángulos posibles y se abalanzaron sobre el taxi gritando como desesperados ¡Tarrafal! ¡Tarrafal!. Como en todo el viaje no nos había pasado nada parecido, miramos a nuestro taxista con cara de asombro y le preguntamos si era normal, su sonrisa no tenía otra interpretación posible.
Cuando paró el vehículo nos abrieron las puertas y sin parar de gritar como locos seguían motivándonos negativamente para ir a Tarrafal en sus aluguer. No sabemos quién es el asesor de marketing que tienen, pero a nosotros nos estaban entrando ganas de darnos la vuelta. Nuestra mayor preocupación era Éric. Les pedíamos que se relajasen porque lo estaban asustando o eso creíamos. Para nuestro asombro Éric no colaboraba en nuestro argumento ya que estaba flipando y curiosamente sonreía ante esta situación extraña.
La situación era absurda, Elena por su lado intentaba que dejasen de gritar con medio pie fuera del taxi. Por mi parte me encontraba en la misma situación, pidiendo que se calmasen y que gritando no íbamos a ninguna parte. De repente se medio calmaron y cabrearon porque Elena había cerrado el trato con uno de los que menos gritaban y mostraban más educación. Así que conseguimos abandonar del todo el taxi y nos resguardamos en el aluguer de este hombre.
Seguimos en Praia…
¿Pensabas que ya nos íbamos a Tarrafal?, estás equivocado. Si leíste alguna de nuestras entradas de Cabo Verde, los aluguer salen cuando están llenos o casi. Así que empezó nuestra espera junto con el calor que también nos acompañaba en este viaje. Mientras iban pasando vendedores que nos ofrecían sus mercancías aprovechábamos para ir haciendo fotos. Nos hidratábamos y muy lentamente veíamos que iban sumándose pasajeros a nuestra expedición. Eran las 11 de la mañana y empezábamos a desesperarnos después de una hora de espera.
Cuando por fin nos ponemos lentamente en marcha comenzamos el paseo por Praia. Una de nuestras compañeras de viaje se ha empeñado en recoger las compras que ha ido realizando. Vamos a buscar unas telas, un colchón, nos acercamos a un barrio a por otras pasajeras. En todas estas tareas la mujer del colchón se había bajado para seguir con sus negocios. Más tarde cuando la recogimos mirando sus cosas decía que le faltaban un par de zapatos de una bolsa que había dejado. Yo estaba al lado de la bolsa y puedo asegurar que nadie la tocó, hasta que se quedó medio tranquila no paro de tocar las narices con el tema.
Después de dar vueltas, volvimos al puñetero punto de partida en Sucupira. Ya estábamos un poco hasta las p..lot..s, era una situación surrealista, para acabar con la paciencia de todos o por lo menos de los que no somos de Cabo Verde. Una pasajera quería comprar plátanos, el producto que se vende hasta debajo de las piedras por todo el país, ¡tiene que ser ahora! suerte que esta transacción duró poco y ¡por fin! salíamos hacia Tarrafal, ya habían transcurrido 2 largas horas desde que subimos al aluguer.
Parece que nunca saldremos de Praia
Cuando estábamos saliendo de Praia la mujer de los plátanos, la llamaremos platanera, nos hizo parar en medio de la carretera para ir a buscar a alguien que también iba a subir. Pero parecía ser que no estaba. Hasta el conductor que parecía que no tenía prisa se impacientaba. Cuando vimos que subía por un muro para proseguir su búsqueda todos nos quedamos a cuadros. El conductor preguntó si se había dejado algo de valor en el vehículo y al comprobar que no, metió primera y allí se quedó la platanera. Menos mal, ya nos veíamos otra hora esperando.
Con la tranquilidad de saber que realmente estábamos de camino a Tarrafal nos relajamos un poco más. Ya no le dimos tanta importancia al hecho de que de vez en cuando se fuese parando y subiendo más gente hasta que ya no cabía ni un alfiler. Fuimos atravesando la isla y nos dimos cuenta de que Santiago es más bonita de lo que nos habíamos imaginado. Mucho verde con una zona montañosa preciosa. Cuando atravesamos el parque natural de Sierra Malagueta nos dimos cuenta que hubiera estado bien haberlo visitado, pero qué le vamos a hacer.
¡Milagro! Llegamos a Tarrafal
Por fin llegamos a Tarrafal, sobre las 13h del mediodía después de haber subido a las 10h en Praia. La distancia es de algo más de 60 kilómetros, para volverse loco. Nos dejaron en el alojamiento que habíamos contratado a través de Airbnb, el cual es una pequeña Pensión. Nos recibió una adolescente que nos explicó como iba todo. No había agua caliente y podíamos comer en el Restaurante Sol e Luna que también es de ellos, la pensión tiene el mismo nombre. Comimos muy bien y conocimos a la dueña, todo el mundo muy agradable como suele ser en este país.
Después de comer, como hacía mucho calor fuimos a nuestra calurosa habitación para sudar más. Cuando el sol no machacaba tanto, nos acercamos a la playa del mismo nombre del pueblo y disfrutar de sus aguas. Nos lo pasamos muy bien y la gente es muy maja. Un montón de chicos empezaron un multitudinario partido de fútbol. Estuvimos viendo durante un rato como jugaban, casi nos pasan por encima durante una jugada. Ocupaban una gran extensión de la playa, pero el chico que casi nos atropella con una sonrisa se deshacía en disculpas y le correspondíamos con las nuestras aceptándolas.
Cenar en Tarrafal
Volvimos a la pensión y así prepararnos para la cena. Vimos que Le Buzio lo ponen muy bien en Tripadvisor y para allá que fuimos. Solo hay pescado y lo más importante, fresco. El local está en un patio de la casa colindante que en su interior tiene algunas mesas. Se está mejor en el exterior, aquí también hacen música en directo pero esa noche no tocaban. Los camareros son muy amables y uno de ellos enseñó a Éric un coche eléctrico del hijo del jefe y como no, Éric encantado.
Cenamos muy bien a pesar de un mal entendido que hizo que uno de los platos llegase más tarde. Caminando volvimos a nuestra calurosa habitación. En Tarrafal no hay problema para moverse, es más seguro que las grandes ciudades.
Ya que llegar hasta Tarrafal nos ha hecho extendernos más de lo habitual, en un segundo post contaremos la visita al Campo de Muerte Lenta.
