El domingo se nos planteaba la duda de que camino elegir para volver, hacerlo por donde vinimos o regresar por la carretera D115 sentido Prats de Molló La Preste y así visitar este pueblo, al final ganó esta opción. En esta escapada de dos días por el sur de Francia, en la que conseguimos nuestro objetivo principal que era visitar Les Gorges de la Fou y que os contamos en el post anterior, improvisamos un poco.
Después de desayunar, Éric quería pasar por la cama elástica del camping para despedirse de ella, el problema era que estaba cerrada. Cuando nos vio un trabajador del camping fue a buscar la llave y así el peque pudo disfrutar de sus últimos saltos antes de irnos.
Amélie Les Bains
Desde el camping en el que estamos alojados en Amélie Les Bains hasta Prats de Molló hay unos 25 kilómetros, por lo que no tardamos mucho en llegar. Estaban celebrando algo en la plaza del pueblo y el sitio para aparcar estaba muy solicitado, por suerte no tardamos en encontrar un hueco cerca del casco antiguo.
Capilla de los Santos Just y Ruffine
Accedimos a la ciudad amurallada a través de la Puerta de Francia. Para recorrer el pueblo partiendo desde dicha puerta, hicimos una parada en la Capilla de los Santos Just y Ruffine del siglo XVII, nos llamó la atención su fachada.
Mirando este edificio si giráis la cabeza hacia la izquierda en la fachada que hay al lado, verás un mural que representa la famosa fiesta del oso que se celebra en febrero vinculada al carnaval y que por lo que descubrimos es bastante famosa.
Seguimos paseando por la muralla junto al río Le Tech hasta llegar a la Puerta de España que antiguamente era la entrada principal al recinto amurallado.
Desde aquí comenzamos el ascenso hasta la Iglesia de Santa Justa y Rufina por calles un poco empinadas, esta fue una parada técnica por lo que descubrimos más tarde. Si quieres investigar, se puede dar la vuelta a la iglesia atravesando una construcción que rodea el complejo.
Salimos de la ciudad amurallada por la Puerta del Fabricante, mirando hacia el castillo si caminamos en esa dirección llegamos a una construcción en donde a Elena se le quedó grabada la frase, “hemos encontrado un túnel”.
Éric muy contento empezó a adentrarse por él, poco a poco iba ascendiendo y cuando sales al exterior crees que ya has llegado, pero tras superar unas escaleras otro túnel con más inclinación sigue ascendiendo, la temperatura es agradable, el segundo túnel llega hasta la muralla exterior del Fort Lagarde.
Visitamos el Fort Lagarde
Llegados a este punto y después del gran esfuerzo, no podíamos volver a bajar sin visitar la fortaleza. Después de girar un muro de protección ya solo queda superar unos 50 metros de rampa hasta la puerta principal y algunas quejas por tener que seguir ascendiendo.
Junto a la puerta hay un cadalso con una pequeña grada para el público, en su momento irían a ver al pobre o pobres caídos en desgracia.
Lo que no teníamos previsto era el horario, cuando salimos de nuestro país no nos hacemos a la idea de que los horarios son diferentes. Tuvimos bastante suerte, ya que cerraban a las 13h y eran las 12h.
Si después de la ascensión nos hubiésemos tenido que dar la vuelta sin poder hacer la visita, no sé que hubiera pasado, pero seguro que Elena no estaría muy contenta.
El fuerte no es muy grande, por lo que pudimos visitarlo con tranquilidad y disfrutar de las maravillosas vistas que hay desde este lugar estratégico que fue construido en el siglo XVII. Si lo queréis visitar tener en cuenta los horarios antes de acercaros, ya que según la época varían los días y horarios de apertura.
Comer en Prats de Mollo La Preste
Con hambre en el cuerpo, regresamos a la ciudad por el mismo camino por el que ascendimos, esta vez lo enfocamos de manera diferente ya que bajar es mejor que subir.
Una vez dentro de la zona amurallada, nos pusimos a buscar donde saciar nuestro apetito. Nos costó encontrar un lugar que no estuviera hasta arriba y con precios asequibles. Nos decidimos por la Pizzeria Le Sud en la calle Puerta de España, 3. Comimos bastante bien, las pizzas estaban muy buenas.
De vuelta al coche, Éric iba jugando con una copia de las llaves de casa que le habían dejado sus abuelos y ya se sabe, la ley de Murphy, si algo tiene que pasar pasará. En una de las acrobacias, las llaves cayeron en un viaje al pasado del alcantarillado de Prats de Molló, por lo que nuestra huella quedó para siempre en este lugar cargado de historia.