Vamos al centro de la tierra
Seguimos en Rocamadour, en nuestro segundo día en este precioso pueblo nuestro programa del día tenía un objetivo claro, ir a Gouffre de Padirac, a pocos kilómetros de nuestro campo base.
Bajamos a desayunar y nos encontramos casi a solas, decidimos contratarlo en este alojamiento debido a la escasa oferta en la zona. Al ser temporada baja nos encontramos con algunos locales cerrados.

Antes de subirnos al coche para ir a Gouffre de Padirac, Éric pasó por la colchoneta del camping para empezar el día a tope, ya en el desayuno iba dejando claro que no íbamos a ponernos en marcha si no saltaba.
Nuestro destino se encontraba a menos de 20 kilómetros de Rocamadour por lo que en menos de 30 minutos llegamos al parquing de la sima.
Gouffre de Padirac
Hasta ese momento sabíamos algunas cosas sobre Gouffre de Padirac, pero a medida que la información nos iba llegando comenzábamos a descubrir porque nos habían aconsejado en información turística visitar esta cueva.

La sima se abre al cielo con un diámetro de aproximado de 35m y 75 de profundidad, es lo primero que vimos antes de ir a la taquilla, ¡pedazo agujero!.

Si vas en temporada alta conseguir las entradas con antelación por internet, existen máquinas para tramitarlo allí mismo y evitar colas o ir directamente a taquillas. Como nosotros fuimos en temporada baja solo teníamos algunas personas delante. Nos costó 13,50€ adultos y 9,50€ Éric por ser mayor de 4 años.

Nos dijeron que en temporada alta suelen entrar unas 7.500 personas/dia y el record de visitantes lo tienen en casi 500 mil personas en un año y no abren los 365 días.
Con la entrada está incluida una audioguía y el descenso se puede hacer andando o en ascensor, nosotros elegimos la segunda opción. Desde el interior de la sima te sientes muy pequeño, es increíble el tamaño que tiene.

Imaginamos al descubridor Édouard Alfred Martel, cuando empezó a caminar explorando está cavidad en 1889 lo que debió significar un hallazgo de esta magnitud. De hecho este hombre está considerado como el fundador de la espeleología moderna.

Una vez llegados hasta el nivel máximo posible, unos 103 metros desde la entrada, caminamos por una zona que no parecía muy espectacular, salvo por los techos altos, hasta que llegamos a un embarcadero para atravesar un río subterráneo.

Cuando nos llegó el turno de embarcar casi nos vamos sin nuestra timonel, ya que la embarcación no había quedado bien fijada y sin darnos cuenta nos íbamos separando de ella en la penumbra. Por suerte se dio cuenta a tiempo.

Comenzamos un tranquilo paseo de un kilómetro oyendo las indicaciones de nuestra guía y patrona. Durante el trayecto está prohibido hacer fotos, más adelante los descubrimos, ellos tienen un sistema para fotografiar cada barca y después te las venden.

Una vez cruzamos el río y desembarcamos, la cueva empezó a mostrarnos la cara más espectacular, si la visita hubiera acabado en el embarcadero habríamos pensado que nos habían timado, pero a partir de este punto es un espectáculo.

A continuación nos encontramos con el Lago de los Gours, desde aquí hay 40 kilómetros de cueva que apenas se ha explorado. La visita se desvía hacia la espectacular sala de la Gran Cúpula, el punto más alto se encuentra a 96 metros de altura y destacando increíbles formaciones que han ido moldeándose durante miles de años. La ruta es circular y vuelve al embarcadero. Desde aquí el recorrido es el mismo.

¡Vamos a comer!
Impresionados por la visita, decidimos buscar un lugar donde comer, junto al complejo hay varios locales, pero salvo el restaurante que está junto a las taquillas y que intuimos es caro, el resto está cerrado. Así que ponemos rumbo a uno que descubrimos en Tripadvisor, Restaurant Au Fil de L’Eau.

Fue un gran descubrimiento, cuando llegamos vimos coches de gente que estaba trabajando y dentro estaba lleno. Comimos muy bien y a buen precio 13,50€ el menú del día. Está ubicado junto a un lago y un balneario abandonado por el que paseamos después de comer y pasamos un rato agradable y tranquilo.

De vuelta a Rocamadour buscamos algunos Geocachés para divertirnos un rato. Por la tarde queríamos visitar el castillo que nos quedó pendiente el día anterior.

El Castillo de Rocamadour
Esta vez si teníamos monedas de 2€ para poder pasar por el torno metálico. Elena pasó junto a Éric apretándose un poco y yo con las mochilas. Lo espectacular no es el castillo con sus murallas del siglo XV, si no las increíbles vistas que se pueden ver desde ellas, una visión diferente del pueblo de Rocamadour, como si estuvieras volando.

También se puede ver la construcción adyacente recorriendo la muralla, es un albergue para los peregrinos con habitaciones a precio económico y con habitaciones compartidas para los peregrinos, si quieres saber más sobre Rocamadour visita nuestro post.

Para cenar volvimos a la Pizzeria In Bocca al Lupo del día anterior, nos recibieron con una sonrisa de agradecimiento al reconocernos y nos ofrecieron la misma mesa, tampoco hay muchas en el pequeño local. Pedí espaguetis a la arrabbiata que picaban una barbaridad y eso que no llevaban mucho picante, pero echaba fuego, acabé el día al rojo.