En Semana Santa solo teníamos un par de días para disfrutar de una pequeña escapada a Palau Sator como primera parada. Para evitar problemas de tráfico decidimos salir el sábado y visitar la Costa Brava aprovechando una oferta de Lastminute. Sin prisas fuimos en coche para disfrutar de nuestra pequeña incursión en la zona.

Nuestro primer objetivo era visitar el pueblo medieval de Palau Sator un pequeño y precioso pueblo medieval situado antes del famoso Peratallada si vienes desde Palafrugell. Este bonito pueblo no está tan saturado como el cercano Peratallada, es mucho más tranquilo pasear por sus calles que respiran historia.

Nada más aparcar al lado de la Iglesia de Sant Pere en un descampado enorme nos adentramos en el pueblo y después de pasar por la curiosa fuente junto a la muralla, Éric quiere ver el lavadero junto a la torre cilíndrica. Queremos entrar a la zona amurallada a través de la torre de las horas, pero Éric prefiere ir por el exterior, así que le hacemos caso.

Lo curioso de este pueblo es que son las casas las que protegen la parte interior del pueblo, una vez llegados a la parte de atrás del pueblo vemos un pequeño parque infantil en donde Éric nos lleva para jugar un rato. Por aquí hay otra entrada, al recinto amurallado solo se puede acceder por la torre y por esta otra calle e iniciamos el paseo por el interior. Tras llegar hasta el castillo, iniciamos el pequeño descenso hasta la torre de las horas que está abierta y se puede subir para admirar el pueblo y el entorno desde las alturas.

Después de picotear algo en el Restaurante Sa Torre donde nos hicieron un hueco en el interior porque en la terraza no había sitio, nos dirigimos a Palafrugell ya que habíamos reservado para comer en el Restaurant el Timó que ya conocíamos y comimos de fábula. Incluso es recomendable reservar entre semana si quieres disfrutar de su cocina.

Nos dirigimos a L’Estartit para dejar las cosas en el Hotel Medes II, cuando pasamos por recepción algo no le cuadraba al recepcionista cuando vio a Éric, ya que a él le constaban dos personas. Cuando localizamos la reserva le demostramos que éramos tres, el error había sido de ellos que habían puesto la oferta con precio de temporada baja en habitación para dos personas, así que nos quedamos en una habitación más grande para los tres y con el desayuno incluido como indicaba la reserva.

Seguimos con nuestra visita y nos acercamos a Torroella de Montgrí para visitar el castillo, no nos fijamos que la única manera de acceder al recinto fortificado era caminando, así que aparcamos en el pueblo y emprendimos el camino de ascenso. El recorrido entre ir y volver es de unos 4 kilómetros con un desnivel de 300 metros.

A Éric le encanta explorar y no paraba de buscar caracoles, bellotas, piñas, curioseando todo lo que se encontraba, poco a poco el camino se hace más empinado hasta llegar al Coll de Santa Caterina, aquí Éric no tenía muchas ganas de continuar, así que Quim subió el tramo final hasta el castillo. Había bastante gente haciendo el recorrido, si vais con niños les tiene que gustar mucho caminar y con carro olvidaros, no es viable.

Me uní a Elena y Éric en la bajada y con el peque más motivado bajamos corriendo y derrapando lo cual le divertía bastante y así a lo loco llegamos al coche. Como ya anochecía volvimos a L’Estartit para jugar un rato en la playa y hacer unas fotos des las Islas Medes aprovechando el atardecer, cuando volvíamos al coche a nuestras espaldas emergía una luna llena espectacular por detrás de Les Medes, lo malo es que nos dejamos el teleobjetivo, somos un desastre.

Vimos que el Restaurant el Fornet lo ponían bien así que allí nos dirigimos, son rápidos sirviendo, pero algo despistados, la pizza de Elena la sirvieron muy rápido y lo de Éric, pero mi ensalada se la sirvieron a otra mesa y tuve que esperar algo más y una segunda consumición que tuvimos que reclamar alguna vez, pero cenamos bastante bien. Cansados nos acercamos al hotel que estaba muy cerca para descansar de un día intenso.
